martes, 9 de septiembre de 2014

¿Se puede ser feliz en el matrimonio con poco sexo?

¿Se puede ser feliz en el matrimonio con poco sexo?

Copiado de De Yahoo Mujer | Hablemos de sexo 


“Tenemos 34 años y probablemente hayamos tenido sexo alrededor de seis veces en el último año. ¿Y honestamente? Somos perfectamente felices”, relató una mujer, anónimamente, a la revista Redbook.Enseguida aclara que su dieta sexual no se debe a que sea puritana, sino que, simplemente, tanto ella como su marido no consideran que el sexo sea un pilar de la relación. El debate es inevitable: ¿es posible sostener un matrimonio feliz con poco y nada de sexo?
Vivir con la libido baja
El caso de esta mujer no es el único: se estima que el 15% de las parejas casadas no han tenido relaciones sexuales en los últimos seis meses a un año, de acuerdo con datos que reveló a The New York Times Denise Donnelly, profesora asociada de Sociología de la Universidad del estado de Georgia e investigadora de matrimonios asexuados.  
 ¿Es posible mantener una relación de pareja sin sexo?



¿Cuantas veces nos hemos sentidos culpables por darnos tiempo para disfrutar de nosotras mismas con la duda interna de si estaré siendo “una buena madre”, “buena hija”, “buena esposa” , “buena amiga” o “buena mujer”?
LA CULPA: UN ANTIPLACER MUY EFECTIVO  
La culpa, dicen los expertos, inunda de forma subterránea nuestras vidas, hasta el punto de regular muchas de nuestras conductas.

“Cuando te sientes culpable, por el motivo que fuere, no te sientes merecedora de nada bueno”, explica en entrevista para Yahoo Mujer Elisa Botti, especialista en psicologías alternativas y autora del libro Concebidas sin pecado ( 2013).
“Lo que estás necesitando inconscientemente es que te castiguen”, apunta la especialista. “Y por más terrible que parezca, lo que hace el castigo es que alivia esa culpa”.
Según Botti, se trata de un sentimiento especialmente arraigado en las mujeres “porque afecta a nuestra esencia”. Y más aún en el ámbito sexual, donde puede tener un efecto inhibidor, dice la especialista. “Cada vez que una mujer siente el deseo de un hombre y consume el acto sexual, en el inconsciente colectivo femenino ya la están culpando. Por más que se diga que la mujer tiene libertad sexual, en el inconsciente sigue grabado ese saboteador que te dice: eso que estás haciendo está mal”.



Vivir con culpa
Desde un punto de vista psicológico, explica Botti, la culpa aparece cuando juzgo que lo que digo o hago daña a otro.
“Siempre surge como referencia a paradigmas (modelos mentales) aprendidos y que por algún motivo no queremos o no podemos cumplir. Cuando hago algo fuera de estas supuestas verdades y no cumplo con lo que se pretende de mi, aparece la culpa”, describe la experta.
“Es una voz interna que me dice tendrías que haber hecho esto o no tendrías que haber hecho aquello”, sostiene.
Aún así, señala, no siempre es negativa. “Es positiva cuando implica revisar si mis acciones están bien”. Sin embargo, si con ella me voy a invalidar, entonces deja de ser buena para mi”.
Conducta aprendida
Del mismo modo, apunta la especialista, el sentimiento de culpa no está inscrito en nuestra naturaleza, “no es constitutivo del ser sino algo aprendido”.
“Cuando llegamos al mundo, vamos recibiendo información a través de personas a las que le damos autoridad absoluta: nuestros padres. De ellos aprendemos cómo se han ido relacionando en todos los aspectos de la vida: en el trabajo, en la pareja, con el dinero. Y esa manera de relacionarse se va instalando en el cerebro a modo de programa”, sostiene la experta.
¿Pero cómo la interiorizamos? Botti recurre a un ejemplo: “Una niña escucha a su madre contando lo problemático que fue su parto y que puso en riesgo la vida de la mujer. Esa conversación recurrente creará en su mente un diálogo interno que la colocará como responsable del bienestar de su madre. Frente a cualquier malestar de su progenitora, la niña podrá sentirse responsable y se exigirá ayudarla. Y si en algún momento siente que no puede o no quiere hacerlo, se culpará”.
Programados frente a la amenaza
Según describe la autora de Concebidas sin pecado, nacemos con tres programas: el programa de defensa, el de alimentación y el programa de reproducción. Cada uno cumple con un objetivo y nunca puede haber más de un programa en nuestro interior.
“Si estoy esperando que me castiguen, entonces el programa que se abre es el de defensa, naturalmente nuestra naturaleza responde por una cuestión de supervivencia”.
¿Cómo me conecto con el placer? “Sucede cuando cierro mi programa de defensa, cuando dejo de percibir que lo que estoy haciendo puede dañar a otros o no responde a las expectativas del otro”.
Decodificar la culpa
El requisito frente a la culpa, dice Botti, es revisar desde qué lugar me estoy moviendo, es decir, “cuáles son los paradigmas, las supuestas verdades que me dicen qué debo ser y cómo lo debo hacerlo”.
Para ello, dice Botti, primero necesitamos indagar en los modelos mentales que nos rigen. “Cuál es el ‘deber ser’ de nuestra familia (‘debes ser una niña buena’, ‘debes ser condescendiente’, etc.).Es una voz que yo tengo en mi cabeza y que me pudo haber dicho mi mamá, mi papá”.
El siguiente paso, según la escritora, es ver si eso me sirve en mi vida, hoy. “Porque si lo que me decían es que tengo que ser buena, y si soy buena y permito que me hagan daño, ese paradigma no me sirve“
Es necesario, dice Botti, “revisar si esos mandatos me permiten construir una vida flexible o me instalan en espacios de exigencia que me generan sufrimiento; si me permiten hacer lo que siento o me obligan a hacer lo que debo. Si elijo o me someto”.
La invitación, por tanto, señala, es a construir una versión de ti misma que te permita disfrutar de la vida, dejando de percibir la amenaza constante. “De esta manera cerrarás tu programa de defensa, te relajarás y podrás conectarte con el placer (en las formas en que lo elijas)”, concluye la especialista.




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