¿Se puede ser feliz en el
matrimonio con poco sexo?
Copiado de De Yahoo Mujer | Hablemos de sexo
“Tenemos
34 años y probablemente hayamos tenido sexo alrededor de seis veces en el
último año. ¿Y honestamente? Somos perfectamente felices”, relató una mujer,
anónimamente, a la revista Redbook.Enseguida
aclara que su dieta sexual no se debe a que sea puritana,
sino que, simplemente, tanto ella como su marido no consideran que el sexo sea
un pilar de la relación. El debate es inevitable:
¿es posible sostener un matrimonio feliz con poco y nada de sexo?
Vivir con la libido baja
El
caso de esta mujer no es el único: se estima que el 15% de las parejas casadas
no han tenido relaciones sexuales en los últimos seis meses a un año, de
acuerdo con datos que reveló a The New York Times Denise Donnelly, profesora asociada de
Sociología de la Universidad del estado de Georgia e investigadora de
matrimonios asexuados.
¿Es posible
mantener una relación de pareja sin sexo?
¿Cuantas veces nos hemos sentidos culpables por darnos
tiempo para disfrutar de nosotras mismas con la duda interna de si estaré
siendo “una buena madre”, “buena hija”, “buena esposa” , “buena amiga” o “buena
mujer”?
LA CULPA: UN ANTIPLACER MUY
EFECTIVO
La culpa, dicen los expertos, inunda de forma
subterránea nuestras vidas, hasta el punto de regular muchas de nuestras
conductas.
“Cuando te
sientes culpable, por el motivo que fuere, no te sientes merecedora de nada
bueno”, explica en
entrevista para Yahoo Mujer Elisa
Botti, especialista en psicologías alternativas y autora del libro Concebidas sin pecado ( 2013).
“Lo que estás
necesitando inconscientemente es que te castiguen”, apunta la especialista. “Y por más terrible que
parezca, lo que hace el castigo es que alivia esa culpa”.
Según Botti, se trata de un sentimiento especialmente
arraigado en las mujeres “porque afecta a nuestra esencia”. Y más aún en el
ámbito sexual, donde puede tener un efecto inhibidor, dice la especialista. “Cada
vez que una mujer siente el deseo de un hombre y consume el acto sexual, en el
inconsciente colectivo femenino ya la están culpando. Por más que se diga que
la mujer tiene libertad sexual, en el inconsciente sigue grabado ese saboteador
que te dice: eso que estás haciendo está mal”.
Vivir con culpa
Desde un punto de vista psicológico, explica Botti, la
culpa aparece cuando juzgo que lo que digo o hago daña a otro.
“Siempre surge como referencia a paradigmas (modelos
mentales) aprendidos y que por algún motivo no queremos o no podemos cumplir.
Cuando hago algo fuera de estas supuestas verdades y no cumplo con lo que se
pretende de mi, aparece la culpa”, describe la experta.
“Es una voz interna que me dice tendrías que haber
hecho esto o no tendrías que haber hecho aquello”, sostiene.
Aún así, señala, no siempre es negativa. “Es positiva
cuando implica revisar si mis acciones están bien”. Sin embargo, si con ella me
voy a invalidar, entonces deja de ser buena para mi”.
Conducta
aprendida
Del mismo modo, apunta la especialista, el sentimiento
de culpa no está inscrito en nuestra naturaleza, “no
es constitutivo del ser sino algo aprendido”.
“Cuando llegamos
al mundo, vamos recibiendo información a través de personas a las que le damos
autoridad absoluta: nuestros padres. De ellos aprendemos cómo se han ido
relacionando en todos los aspectos de la vida: en el trabajo, en la pareja, con
el dinero. Y esa manera de relacionarse se va instalando en el cerebro a modo
de programa”, sostiene la
experta.
¿Pero cómo la interiorizamos? Botti recurre a un
ejemplo: “Una niña escucha a su madre contando lo problemático que fue su parto
y que puso en riesgo la vida de la mujer. Esa conversación recurrente creará en
su mente un diálogo interno que la colocará como responsable del bienestar de
su madre. Frente a cualquier malestar de su progenitora, la niña podrá sentirse
responsable y se exigirá ayudarla. Y si en algún momento siente que no puede o
no quiere hacerlo, se culpará”.
Programados
frente a la amenaza
Según describe la autora de Concebidas sin pecado, nacemos con tres programas: el programa de defensa,
el de alimentación y el programa de reproducción. Cada uno cumple con un
objetivo y nunca puede haber más de un programa en nuestro interior.
“Si estoy esperando que me castiguen, entonces el
programa que se abre es el de defensa, naturalmente nuestra naturaleza responde
por una cuestión de supervivencia”.
¿Cómo me conecto con el placer? “Sucede cuando cierro
mi programa de defensa, cuando dejo de percibir que lo que estoy haciendo puede
dañar a otros o no responde a las expectativas del otro”.
Decodificar la
culpa
El requisito frente a la culpa, dice Botti, es revisar
desde qué lugar me estoy moviendo, es decir, “cuáles son los paradigmas, las
supuestas verdades que me dicen qué debo ser y cómo lo debo hacerlo”.
Para ello, dice Botti, primero necesitamos indagar en
los modelos mentales que nos rigen. “Cuál es el ‘deber ser’ de nuestra
familia (‘debes ser una niña
buena’, ‘debes ser condescendiente’, etc.).Es una voz que yo tengo en mi cabeza y que me pudo
haber dicho mi mamá, mi papá”.
El siguiente paso, según la escritora, es ver si eso me
sirve en mi vida, hoy. “Porque si lo que me decían es que tengo que ser buena,
y si soy buena y permito que me hagan daño, ese paradigma no me sirve“
Es necesario, dice Botti, “revisar si esos mandatos me permiten construir una
vida flexible o me instalan en espacios de exigencia que me generan sufrimiento;
si me permiten hacer lo que siento o me obligan a hacer lo que debo. Si elijo o
me someto”.
La invitación, por tanto, señala, es a construir una
versión de ti misma que te permita disfrutar de la vida, dejando de percibir la
amenaza constante. “De esta manera cerrarás tu programa de defensa, te
relajarás y podrás conectarte con el placer (en las formas en que lo elijas)”,
concluye la especialista.
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